Canto que florece es un programa que busca el encuentro con el corazón de la música, es decir con el pulso de la vida, no con la técnica; acercarnos con aquello que nos humaniza y nos sensibiliza cada día, no con el virtuosismo ni con el talento; llegar a esa parte de las personas que canta y que florece para ser mejores.
Por eso hacemos música con el corazón, con el cuerpo, con las palmas y con las voces. De esa forma la música se convierte en un vehículo de encuentro, de diálogo y de concertación entre las personas.
Después de tres años de trabajo continuo en el Centro de Desarrollo Integral Comunitario en la colonia Pantitlán, hemos aprendido que la convivencia a través de la música requiere de momentos formativos, de diálogo, juego, alegría y mucho trabajo grupal. Aquí se ha formado un espacio único, seguro y abierto en donde todos compartimos aprendizajes y experiencias.
“¿Por qué no hay más lugares como este?, ¿cómo se forman?” Pregunta Alejandra de 15 años en una sesión; “este lugar es como un oasis, este lugar lo hacemos todos” responde David de 53 años; “aquí hacemos educación musical” dice Iván de 9 años; “somos como familia” afirma Ivonne… mientras tanto vamos ensamblando.
En esta experiencia nos hemos dado cuenta que la música es el mejor pretexto para transformar nuestro entorno, que el trabajo dinámico, permanente, multinivel y multiedad funciona, que la creación de espacios educativos y de convivencias son fundamentales para tocar el espíritu de las personas e impulsar la fuerza de lo colectivo y que el dialogo y la orquestación van de la mano.
Así que seguimos de pie tocando, cantando y floreciendo. Poco a poco vamos creciendo, sin mucha prisa pero con pasos firmes. Les dejamos un texto escrito por Ivonne en el que narra algo de su experiencia en este espacio de convivencia educativa que se ha creado en torno a la música.